El tiempo pasa y las cosas suceden. A veces uno se sorprende en el espejo y no se reconoce. Las arruguitas debajo del párpado o el gusto por quedarse en casa la noche de un sábado lo avalan.
Es habitual que se relacione a los más jóvenes con la locura y con cierta irresponsabilidad, a los treintañeros con la independencia de los padres y los estrenados hijos, a los de sesenta con hacerse cargo de los nietos y a los de setenta con aprovechar cada momento y viajar. ¿Son justos esos estereotipos que se basan en la edad? ¿Acaso marca una fecha en el DNI cómo somos en realidad?
Laura tiene veintitrés años y estudia Ciencias Ambientales. Aunque muchos piensan que los jóvenes son alérgicos a la estabilidad, Laura desea que no haya grandes cambios en su vida en los próximos años: “que las cosas estén como están las cosas hoy en día”. Laura también rompe con la idea de que los jóvenes no son familiares. En su escala de prioridades, la familia está a la cabeza. Querría formar una propia en el futuro y dedicarse profesionalmente a lo que le gusta. Dice que desea poder desarrollar su carrera en España y no tener que marcharse al extranjero como le está ocurriendo a un gran número de jóvenes en nuestro país.
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