domingo, 29 de abril de 2012

Cualquier semejanza

MVML
Mariquita, hace tanto tiempo que no te veo. ¿Dónde están tus hijos? ¿Y el Paquiño? Bien, bien, Angelines. Ahora en Junio voy a verlo. ¿En serio? ¿Dónde es que está el muchacho? ¿Tailandia o Dubai?  No, ahora está en el Fin del Mundo.  ¿Y ahí qué idioma hablan?  Castellano.  Ah, ¿y tú lo entiendes? Claro, es casi cómo el español. Casi, casi. Podría ser una escena de la vida real, de todos los días de cada día. Cualquier semejanza con la realidad es pura casualidad.

Hace unos años todos mirábamos maravillados programas de televisión cómo Galicia por el mundo, Madrileños por el mundo, Españoles por el mundo. Todos por el mundo. Imaginando cada uno cómo sería vivir en esos paisajes y lugares lejanos. Katmandú, Bogota, Nueva Zelanda, Ámsterdam, Toulouse, Buenos Aires, Nueva York. En los últimos tiempos cada uno de nosotros tiene un conocido, un amigo, un hijo, un amigo de un amigo, un primo, una tía que se ha marchado a esos sitios extraños.

Emigrar no es fácil, no lo ha sido en épocas de vacas gordas ni en épocas de vacas flacas, eso decía mi abuela que con veinte años cruzo el atlántico ella sola porqué tenía una amiga que se había ido a Argentina y en sus cartas le contaba de las maravillas de esa tierra lejana. La América prometida.

Ahora, que los españoles hemos vuelto a emigrar no por salvar la vida ni por salvarnos del hambre pero si buscando otros caminos, un camino mejor, un camino de esperanza.

Paquiño conocerá otros sitios, otros idiomas, otras culturas, otras gentes y como mí abuela aprenderá el valor de lo que es nuestro y sabrá de morriña, de saudade, de nostalgia porqué no hay forma en el mundo mejor que aprender a valorar lo que no tenemos, lo que se ha perdido.

Cuándo en esos programas alguien dice que extraña a los amigos, las tapas y las cañas yo les creo.

Porqué al decirlo y al hablar de los suyos que han quedado allende de los mares como Mariquita, Pepa, Antonia, Luisa y tantas más sus ojos se llenan de lágrimas igual que se llenaban de lágrimas los de mi abuela cuando hablaba de su tierra, de su mar, de sus playas blancas y del agreste de sus bosques.

Porqué no es igual marchar por voluntad propia detrás de un amor, o por un trabajo mejor, que saber que nunca podrás retornar a casa.

Otra vez en la calle de una ciudad cualquiera de España. ¿Dónde se ha ido? ¿Al Fin del Mundo? ¿A Finisterre?  No, al Sur más Austral. Ushuaia.

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